Después de una larga pausa de unos cinco años sin salir de mi querida tierra vuelvo a desplegar las velas para surcar los mares de la incertidumbre. Esta vez, gracias a la hospitalidad de unos buenos amigos, los vientos me han llevado hasta el ártico, a un pueblito costero dónde las condiciones extremas del clima y el aislamiento geográfico se lo ponen difícil al visitante incauto como yo que viene del cálido sur. Pero no me puedo quejar, pues he llegado al comienzo del verano cuando la temperatura es más agradable (unos 6º C) y el día se alarga hasta borrar la noche del calendario.Aún no tengo muy claro cuánto tiempo voy a vivir en este apartado rincón del planeta, dependerá en gran medida de las posibilidades laborales que se presenten en mi camino.
Ahora estoy trabajando en una fábrica de pescado y si la temporada va bien puede que dure hasta finales de año. Me encantaría quedarme el tiempo suficiente para disfrutar del mágico espectáculo de las auroras boreales pero todavía queda muchos meses para eso.